Cada 8 de diciembre, la Iglesia entera se une para celebrar a María en el misterio de su Inmaculada Concepción. Pero para nosotros, que llevamos su nombre y vivimos bajo su amparo, esta fiesta tiene un sabor especial: es el día grande de nuestra comunidad, el día en que recordamos que la Virgen Inmaculada no es solo patrona, sino modelo, madre y compañera de camino para todo lo que somos y hacemos.

Nuestra parroquia se reconoce en ella. Como nos recuerda nuestro Plan Pastoral 2025-2026, queremos ser una comunidad que acoge, que escucha y que camina unida; una comunidad donde cada persona encuentre su lugar, su misión y su hogar de fe. Celebrar a la Inmaculada es reafirmar este deseo: crecer como un verdadero pueblo de Dios, donde florece la comunión y la misión.

Una fiesta que construye comunidad

Las celebraciones no son solo actos litúrgicos. Son momentos en los que nos sentimos familia, en los que descubrimos que la fe es un don compartido. La fiesta de nuestra patrona nos recuerda que no caminamos solos, que la parroquia es un lugar donde cada uno puede aportar, servir, aprender y ser acompañado.

Como señala nuestro Plan Pastoral 2025-2026, construir comunidad es una prioridad: abrir puertas, acoger, acompañar, escuchar, discernir juntos y vivir la fe con alegría y corresponsabilidad. La Solemnidad de la Inmaculada ilumina esta misión: María, llena de gracia, nos muestra que la comunión nace cuando dejamos espacio a Dios y al hermano.

Por eso, esta fiesta no es solo un recuerdo, sino una llamada a la unidad; no es solo tradición, sino impulso renovado para nuestra vida parroquial.

María Inmaculada, icono de lo que estamos llamados a ser

Contemplar a la Inmaculada es contemplar la belleza del plan de Dios. En ella vemos:

  • La pureza del corazón que escucha y acoge la Palabra.
  • La disponibilidad para servir sin reservas.
  • La fe que sostiene a la comunidad, como en el Cenáculo.
  • La esperanza que anima a los que buscan consuelo.

Todo esto está profundamente unido a lo que nuestra parroquia quiere vivir este año pastoral: crecer como discípulos misioneros, ser una casa con las puertas abiertas, vivir como una familia en salida, y cultivar el gusto de ser Pueblo de Dios, como recogen nuestros proyectos pastorales.

Ella, que es Madre de la Iglesia, nos enseña que la santidad se vive en lo pequeño, en lo cotidiano, en la fraternidad y en la misión.

Un día para dar gracias y renovar nuestro compromiso

Este 8 de diciembre celebramos no solo un misterio de fe, sino también nuestra historia como comunidad. Damos gracias por todo lo que el Señor ha sembrado en esta parroquia bajo la mirada de María: los grupos, las familias, los niños de catequesis, los jóvenes, los mayores, los enfermos, los agentes de pastoral, los voluntarios, los sacerdotes… todos formamos este hogar con rostro de familia y corazón misionero.

La Inmaculada nos invita a seguir creciendo juntos:

  • a sentirnos parte viva de esta parroquia,
  • a colaborar con generosidad,
  • a acoger a los que llegan,
  • a salir al encuentro de los más necesitados,
  • a vivir la fe con alegría y esperanza.

Bajo el manto de la Inmaculada

Que esta Solemnidad sea un día de fiesta, de gratitud, pero también de nuevo comienzo. Pidamos a nuestra Madre que siga cuidando de esta comunidad que lleva su nombre, que nos enseñe a escuchar al Espíritu y a caminar en unidad, para ser en nuestro barrio una presencia viva del Evangelio.

Que la Inmaculada Concepción nos ayude a construir, día a día, la comunidad que soñamos:  una familia que ora, que acoge, que sirve y que anuncia a Jesucristo con el corazón de María.