Celebrando la sabiduría y el legado en la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores
En el corazón de nuestra comunidad parroquial de la Inmaculada Concepción, el cuarto domingo de julio cobra un sentido especial: es una jornada donde confluyen la memoria, la gratitud y la celebración. Tal como fue instituida por el Papa Francisco, la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores se celebra cada año en el cuarto domingo de julio. Este año 2025, dicha jornada cae el domingo 27 de julio, coincidiendo con la cercanía de la memoria litúrgica de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesús, cuya fiesta celebramos el 26 de julio.
Hoy, alzamos la voz para honrar no solo a estos santos patronos, sino también a quienes, día tras día, son la memoria viva y el alma de nuestra fe: las personas mayores y, muy especialmente, nuestro entrañable grupo “Testigos Vivos de la Inmaculada”.
Raíces que sostienen el presente
Nuestros mayores son mucho más que testigos de la historia: son protagonistas de un legado que se escribe con gestos sencillos pero cargados de significado. Han recorrido sendas de sacrificio, alegría, esperanza y oración, sosteniendo con su fe los pilares invisibles de nuestras familias y comunidades. La vida de cada integrante de los “Testigos Vivos de la Inmaculada” es un testimonio silencioso pero elocuente de perseverancia, entrega y amor incondicional.
En ellos encontramos la herencia más valiosa: la sabiduría que solo el tiempo puede destilar, la mirada serena que invita a confiar, el consejo templado que orienta y la experiencia que guía. Su caminar nos recuerda que la fe no es una herencia estática, sino una llama que debe ser cuidada y transmitida, generación tras generación.
Custodios de la fe y de la tradición
Los “Testigos Vivos de la Inmaculada” encarnan la memoria de la parroquia. Son guardianes de antiguas oraciones, de costumbres entrañables, de aquellas historias que, narradas una y otra vez, nos conectan con nuestras raíces y nos hacen sentir parte de una larga cadena de creyentes. Sus manos han encendido innumerables cirios, han tejido manteles para el altar, han cuidado imágenes, han rezado novenas y han sostenido a la comunidad en los momentos de prueba.
A través de su testimonio, aprendemos que la fe es más profunda cuando se comparte y se vive en comunidad. Su presencia activa en los sacramentos, su participación en la vida litúrgica y su ejemplo en las obras de caridad son un llamado a mantenernos firmes en nuestro compromiso cristiano.
Una fuente de amor y apoyo sin medida
Nuestros mayores, y en particular este grupo, son ese remanso donde la comunidad encuentra consuelo, cercanía y comprensión. Siempre dispuestos a ofrecer un oído atento, una palabra de aliento o una sonrisa que reconforta, los “Testigos Vivos” construyen día a día un ambiente de auténtica fraternidad. Nos enseñan que la verdadera grandeza reside en el servicio discreto, en el cuidado mutuo y en la capacidad de acoger a cada persona como un don de Dios.
Ellos vieron levantarse esta parroquia desde sus cimientos: fueron testigos del templo construyéndose, del nacimiento de nuestras hermandades, de los primeros pasos de Cáritas y de los grupos parroquiales como la catequesis. Han sido, y siguen siendo, el alma que empuja, el respaldo silencioso que sostiene con fidelidad la vida de la comunidad. La mayoría de los que colaboran económicamente de forma constante con su cuota mensual son ellos. Su entrega no se limita al pasado: continúa viva en su compromiso actual.
Participación ejemplar y espíritu incansable
Lejos de quedarse al margen, los “Testigos Vivos de la Inmaculada” participan activamente en la vida parroquial. Se suman a los ministerios litúrgicos, colaboran en campañas solidarias, animan grupos de oración y, con su entusiasmo, dinamizan las actividades cotidianas de la parroquia. Su vida nos demuestra que la edad nunca es un obstáculo para la entrega ni para la alegría de servir.
Cada martes, durante el curso pastoral, se reúnen fielmente a las 11:00 h para orar, reflexionar y fortalecer los lazos que les unen. En verano, la distancia física no apaga su espíritu de comunión: gracias a la tecnología, mantienen viva la relación conectándose cada martes a las 19:00 h a través de WhatsApp, donde comparten mensajes, oraciones y cercanía fraterna.
Puente entre generaciones
Una de las mayores riquezas de este grupo es su vocación de transmitir el testimonio de la fe a los más jóvenes. Una vez al mes, se encuentran con los niños de catequesis, compartiendo con ellos relatos de vida y vivencias que iluminan el camino de los pequeños. Estos encuentros, que concluyen con una merienda fraterna, son un verdadero puente entre generaciones; un espacio donde abuelos espirituales y nietos en la fe comparten alegría, esperanza y el amor por Cristo y María.
Gratitud y bendición
En esta Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, la comunidad entera de la Inmaculada Concepción se une para expresar su más sincera gratitud a quienes, con su existencia humilde y generosa, sostienen la vida espiritual de nuestra parroquia. Son, sin duda, testigos vivos de la fe, de la perseverancia y del amor de Dios en medio de nosotros.
Bendecimos su presencia y su legado, y pedimos a Dios que les conceda salud, alegría y la certeza de que su vida es y será siempre un faro para quienes venimos detrás.
¡Gracias por ser el corazón y la memoria de nuestra parroquia!
¡Feliz día a nuestros “Testigos Vivos de la Inmaculada”!