“Por sus frutos los conoceréis”

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy seguimos caminando juntos en este Triduo Eucarístico, poniendo la mirada en el Señor presente en el Santísimo Sacramento. Un Dios que se da por entero y que permanece con nosotros fielmente. Hoy la Palabra nos presenta dos realidades muy ricas: la fe de Abraham y la enseñanza de Jesús sobre los frutos. Y ambas nos invitan a vivir con confianza y autenticidad nuestro seguimiento del Señor.

La primera lectura nos lleva al corazón mismo de la historia de la fe: Abraham, el hombre al que Dios llamó a salir de su tierra con una promesa. Sin embargo, en el pasaje de hoy, vemos a Abraham con preguntas, con dudas, incluso con cierto cansancio.

“Señor, ¿qué me vas a dar?” (Gn 15,2). Es una pregunta sincera, que nace de una espera larga, de una promesa aún no cumplida. Abraham no abandona la fe, pero necesita luz. Y Dios no se ofende por esa pregunta. Al contrario: le responde con ternura, con una promesa aún más grande: “Mira al cielo, cuenta las estrellas… así será tu descendencia” (Gn 15,5).

Y ahí sucede algo hermoso: Abraham creyó. No porque ya tuviera la solución en la mano, sino porque conocía al Dios en quien había puesto su confianza. Creyó no tanto en el futuro, sino en el que promete.

Y nosotros, ¿no estamos a veces como Abraham? Seguimos al Señor, oramos, adoramos… y a veces parece que las cosas no cambian, que la promesa se hace esperar. Pero la Eucaristía nos recuerda una y otra vez que Dios cumple siempre. Que no olvida. Que está presente y actúa, aunque no siempre como nosotros esperamos.

En la Eucaristía está el mismo Dios que habló con Abraham, el Dios fiel, que se compromete y no falla. Por eso lo adoramos, por eso nos postramos. No adoramos por obligación, sino porque hemos reconocido al Dios que cumple lo que promete. Y eso sostiene nuestra esperanza.

En este camino de fe, el Evangelio de hoy nos da también una palabra clara pero muy positiva: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16).

Es una invitación que no lleva reproche, sino llamada. Una llamada a mirar los frutos que vamos dando. Porque Dios ya ha sembrado en nosotros. Nos ha dado su Palabra, su gracia, su amor… y ahora quiere ayudarnos a crecer, a dar fruto en abundancia.

Y aquí me dirijo de forma especial a vosotros, hermanos de la Hermandad del Perdón.
Repito lo que dije ayer: Seguro que muchos os habéis encontrado con esta frase que publicáis cada año: “Un martes menos.” Es que esta frase a mí me llena, gracias al encargado de vuestras redes, por esta inspiración: Una frase sencilla, pero muy llena de significado. Porque no solo cuenta el paso de los días: expresa la espera y la preparación de un pueblo que se alista para salir con Cristo y con la Virgen, a evangelizar desde la belleza de la tradición.

Pues bien, este Triduo también es “un martes menos.” Un momento para preparar el corazón, para revisar el camino recorrido y abrirse a lo que viene. No como una exigencia exterior, sino como una llamada interior a seguir madurando en el amor, en la unidad, en el servicio.

La Hermandad da mucho, y es muy querida. Pero como todo árbol, también necesita seguir creciendo. Y ese crecimiento no siempre se mide en actividades o en números. A veces se mide en pequeños gestos:

  • en cómo acogemos a quien se acerca,
  • en cómo nos ofrecemos para lo que hace falta,
  • en cómo compartimos vida y oración con la comunidad.

La pregunta no es “¿estamos dando fruto?”, sino: “¿cómo podemos dar aún más fruto, fruto más maduro?”

Y aquí entra de nuevo la Eucaristía. Porque solo quien se alimenta del Pan de Vida puede dar vida. Solo quien adora con fe al Dios que cumple promesas, podrá ser testigo creíble de su amor en medio del mundo.

Queridos hermanos: que hoy, como Abraham, no tengamos miedo de abrirle el corazón a Dios, incluso con nuestras preguntas. Él nos escucha, nos comprende, y siempre responde.

Y que, como comunidad, como Hermandad, sigamos creciendo juntos en frutos de fe, esperanza y caridad. Que cada uno pueda decir con alegría: “Sí, es verdad, el Señor cumple sus promesas. Y aquí están los frutos.”

Así sea.